Consumo de carne per cápita
La ganadería intensiva tiene consecuencias negativas para el medio ambiente. Se caracteriza por un elevado consumo de tierra y agua, contamina el suelo y el agua y contribuye al cambio climático con sus emisiones. Sin embargo, la ganadería se está expandiendo en todo el mundo: La población mundial crece. La creciente prosperidad de muchos países emergentes y en desarrollo está cambiando los patrones de nutrición.
El consumo anual de carne ha aumentado considerablemente en las últimas décadas. Mientras que el consumo mundial medio anual en 2010 era de 41,5 kilogramos per cápita, en 2019 ya ascendía a 43,2 kilogramos.
Para satisfacer la demanda de carne y otros productos animales, la ganadería ha aumentado considerablemente en todo el mundo. En 2020, por ejemplo, se criaron alrededor de 33.100 millones de pollos en todo el mundo. Esto supuso aproximadamente un 130% más que en el año 2000.
Existe un debate social permanente sobre el bienestar de los animales. En la UE, según Eurostat, la proporción de ganado criado de forma adecuada a la especie fue del 6% en 2019. En el caso de los cerdos, la proporción era aún menor, del 1%.
Consumo de carne en Alemania
Los alemanes consumieron menos carne en 2021 que nunca antes en los últimos 30 años. La Oficina Federal de Agricultura y Alimentación (BLE) informó de un total de 55 kilogramos per cápita para el año pasado, es decir, otros 2,1 kilogramos menos que en 2020, que hasta ahora se consideraba el año del mínimo histórico. La Oficina Federal lleva publicando estos datos desde 1991. El valor máximo se alcanzó en 1993, con 64,4 kilogramos de carne per cápita y año. Desde entonces, el valor ha fluctuado repetidamente, aunque ha disminuido de forma constante en su conjunto.
El consumo de carne de cerdo es el que más ha disminuido en comparación con el año pasado (1,2 kg), seguido del de vacuno (600 g) y el de aves (200 g). El descenso de las aves de corral es especialmente llamativo porque hasta hace poco su consumo había aumentado. Esta tendencia positiva se debe a varios factores.
La reducción del consumo de carne puede atribuirse, sin duda, en parte a la creciente conciencia de sus aspectos negativos. Cada vez más personas se dan cuenta del sufrimiento de los animales y de cómo la cría intensiva de animales contribuye a la destrucción del medio ambiente, al calentamiento global y al hambre en el mundo. Según un informe sobre comportamiento alimentario y nutrición publicado por el Ministerio Federal de Alimentación y Agricultura (BMEL), más de la mitad de la población (55%) se considera flexitariana, eligiendo deliberadamente no comer carne al menos una parte del tiempo.
Impacto medioambiental del consumo de carne
La demanda mundial de carne sigue aumentando debido al crecimiento económico y demográfico, pero a un ritmo más lento que hace 10 años. Las aves de corral representan una parte cada vez mayor del consumo. Siguen existiendo grandes diferencias en el consumo per cápita entre países y entre grupos de población.
El consumo mundial de carne se ha duplicado con creces en los últimos 20 años, alcanzando los 320 millones de toneladas en 2018. La población mundial ha aumentado, al igual que los ingresos; ambos factores contribuyen aproximadamente por igual al aumento de la demanda de carne. Son buenas noticias para la industria cárnica: se prevé que el consumo aumente otro 13% para 2028.
En la mayor parte del mundo desarrollado, el consumo de carne se ha mantenido en un nivel alto y bastante constante durante décadas. Cada persona en Alemania consume una media de 60 kg al año, mientras que en Estados Unidos y Australia supera los 100 kg. En los últimos años, la demanda en algunos países desarrollados ha disminuido ligeramente debido a la preocupación de los consumidores por la salud, el bienestar animal y el medio ambiente.
Estadísticas de consumo de carne
Hay varias razones por las que los seres humanos pueden querer reducir su consumo de carne y otros productos animales. A continuación, exponemos datos importantes sobre el consumo individual de carne, y luego discutimos los desafíos y los rompecabezas que rodean el cambio de comportamiento efectivo hacia dietas más sostenibles y basadas en plantas.
Comer carne forma parte de nuestra cultura y nuestras tradiciones La gran mayoría de las personas consumen carne. Aunque se estima que alrededor del 22% de la población mundial sigue una dieta vegetariana, el 95% de estos vegetarianos viven en hogares de bajos ingresos y es más probable que sean vegetarianos por necesidad que por elección (Leahy, 2010). En Alemania, la proporción de vegetarianos autodefinidos es de alrededor del 3-6% de la población (Mensink et al., 2016; Pfeiler y Egloff, 2018). Las cifras de los veganos estrictos son más bajas.
Junto con el consumo de productos animales como parte de nuestras tradiciones, la industria cárnica en los países de ingresos moderados y altos también está institucionalizada de una manera que facilita el consumo excesivo. La cadena de producción de productos animales no es totalmente transparente para el consumidor (Hoogland et al., 2005). La producción ganadera industrial y el sacrificio tienen lugar fuera de la vista del consumidor en zonas industriales remotas, pero bien conectadas (Friedrichsen y Huck, 2018). Los productos se disocian del animal de origen mediante la eliminación de los rasgos identificativos y, en algunos idiomas, a través de un etiquetado que ha evolucionado con el lenguaje a lo largo del tiempo (es decir, “cerdo” en lugar de “carne de cerdo”, “ternera” en lugar de “carne de vaca” en el idioma inglés).